NEIVA UN MUNDO POR DESCUBRIR


Los neivanos, gente de arranque, empuje y amabilidad.

Fadua A. Acuña Pinzón

Caminando por las calles de Neiva, me doy cuenta que contradictorio a los dichos sobre esta región tales como “Celiooo” “lento como un opita” “son unos dormidos” “lerdos de cacumen o sosos de mollera”, es una ciudad de gente trabajadora, donde la mayoría vive del rebusque, del día a día, donde las altas temperaturas no son un impedimento para el crecimiento diario de la capital Huilense, al contrario, el calor le da sabrosura al ambiente.

En pleno comercio, en el centro de la ciudad observo a las personas dedicadas a sus labores diarias, cada uno con sus propias preocupaciones, viviendo su propio mundo, y empiezo a imaginar sus pensamientos, como por ejemplo la señora con su carrito vendiendo mango, viendo que el día no ha estado tan bueno y que no vendió lo suficiente para suplir las deudas y gastos, o el señor de los libros lleno de Matemáticas, Biología, Español y demás asignaturas de la escuela pensando que de pronto debe surtir su negocio y que lo trabajado esta semana será destinado a eso.

Mientras estoy englobada caminando, dejándome guiar por mis zapatos, sin rumbo y casi sin pensar entro a un almacén de calzado y encuentro una mujer muy particular, con un carisma extraordinario y una alegría que refleja con tan solo mirar. Es de tez blanca, de cabello largo con iluminaciones rubias, contextura delgada, aunque un poco robusta, pensé que era de unos 30 años cuando me llevo la sorpresa al escuchar que ya está pisando los 40.

Charlamos por un largo tiempo en el cual me contó mucho sobre su vida, cosas puntuales como que es casada y tiene dos hijos, el mayor cumplió 20 años y la menor es un pequeño “chicharrón” como dice ella entre risas ya que es una niña de cinco años muy traviesa y otras más particulares como que creció en un hogar humilde sin muchos lujos, pero con mucho amor.

Su padre era sastre de un colegio en la ciudad y su madre se dedicó a las labores domésticas, de esta unión nacieron cuatro hermanos en donde ella es la tercera y única mujer. Con 15 años cumplidos su padre falleció de un infarto y en medio de la tristeza todos tuvieron que sacar fuerzas y buscar medios para salir adelante ya que él difunto era el que sostenía económicamente el hogar; desde ese momento ella junto a su madre se convirtieron en el sostén de la casa y en apoyo incondicional para sus hermanos.

A esa edad y siendo casi una niña conoció y empezó una relación con el que ahora es su esposo y el padre de sus amados hijos. El hombre que ha sido su apoyo, su compañero, su amigo y con el cual juntos han crecido y conseguido sus cosas poco a poco, con mucho esfuerzo, pero honradamente, aunque como ella dice “me adelante mucho a la vida, a pesar de que no me arrepiento de lo vivido si pienso que pudo ser diferente” “yo era muy joven”.  

Debido a todas estas circunstancias desde joven empezó su vida laboral en el área comercial, desde el primer momento se desempeñó en la venta de zapatos, trabajó algunos años en un almacén cerca de su actual trabajo y fue allí mismo donde conoció a las personas que ahora son sus jefes y con los que lleva 15 años como administradora
 “aquí estoy dejando mi vida, mi huella” 
dice ella como soltando sus palabras en un suspiro, cuando le pregunte si estaba conforme con su vida allí en el almacén, me respondió con un sí, sin titubear, sin siquiera dudarlo y prosiguió diciendo
 “estoy satisfecha ayudando a los demás, siendo siempre yo”, “siento que aquí hago mucho más que solo vender zapatos”.

Muy confusa sigo preguntando como si fuese un interrogatorio para entender las razones de como una persona puede dedicar su vida en un almacén y estar completamente satisfecha, con ese sentimiento de servir diariamente y con una actitud como si fuera el primer día allí, ella complacida me explica que vive cada día al máximo y ayudar a los demás es lo más satisfactorio, de esta forma siente que sirve a su comunidad de la manera que sus medios se lo permiten.

 Bella, como se llama este personaje tan singular, cuenta que desde que tiene memoria ha vivido en la misma casa y su madre al quedar viuda se dedicó a obras sociales y la incluyo desde el primer instante, al principio participaba de estas actividades en conjunto con su madre pero hace cinco años en un desafortunado incidente quirúrgico su mamá falleció, hecho que ella expresa que fue muy doloroso ya que no se lo esperaban en absoluto, ese día se encontraba trabajando cuando recibió una llamada de su hermano mayor de que su madre había perecido en una operación de carácter ambulatorio.

Al pasar un poco el duelo decidió continuar con la labor que una vez empezó su mamá y seguir con esa “tradición” e inculcárselo a sus hijos: “quiero que sientan el dolor ajeno y sean capaces de compadecerse y demostrarlo con acciones que contribuyan a mejorar la calidad de vida de otros” y lo más importante como lo expreso ella “regalar sonrisas y recibir a cambio felicidad”
De esta forma yo misma me di un pequeño pellizco y reaccioné diciendo “esta es la verdadera forma en la que se debe vivir la vida, ¡al máximo!”

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